Blancamaría Sanz Hidalgo, que lleva ya 25 años desarrollando distintos proyectos de cooperación en Bolivia, nos visitó el pasado jueves 15 de diciembre y nos estuvo contando –a modo de entrevista– cuál es su labor en el país latinoamericano y cómo se están desarrollando.
¿Qué fue lo que te llevó a tomar la decisión de ir a Bolivia?
La vida se escribe día a día, pero cada uno tiene su proyecto de vida, ¿no? Y creo que, dentro de mi educación familiar, mis padres trabajaron mucho la dimensión solidaria de que no podíamos vivir al margen de la situación de los demás. Eso me hizo estudiar trabajo social, después me hice religiosa y tenía claro que, aunque mi congregación se dedicaba a la enseñanza, yo debería ir siempre a un país donde pudiera expresar mi necesidad de encontrarme con las personas y de ayudarlos a vivir con calidad de vida, con unos valores.
No me fue fácil llegar a esta meta que tenía tan clara, pero que por distintas circunstancias no había podido realizar. Ahora ya hace 25 años que vivo en Bolivia. Cuando llegué, el desarrollo estaba mucho más atrasado y tuve que incursionar en la educación, que no era mi primer objetivo. Mi objetivo era vivir con la gente y lo logré. Me parece que todos los seres humanos debemos tener la oportunidades para desarrollar la riqueza que llevamos dentro, que siempre es mucha.
¿Qué fue lo primero que te llamó la atención?
Lo primero fue ver a mis alumnos y pensar en cuánta gente morirá aquí pudiendo ser un Beethoven y no se ha enterado. No están ni siquiera inscritos en un registro civil. Para mí, vivir con la gente no era un tema de romanticismo, sino un tema de ayudarles a hacer un camino. Eso, al principio, fue a través de la educación y me dio posibilidades de desarrollar un proyecto de becas escolares y profesionales.
Después de 25 años, tengo amigos de todo: arquitectos, médicos, mecánicos, electricistas… Muchachos y muchachas. Pero hay más mujeres, puesto que son más responsables, más empeñadas en los estudios y, aunque se da igualdad de oportunidades, muchas veces la maternidad les apura. En cualquier país europeo se entiende que la maternidad no te tiene que impedir un trabajo, en el medio que yo estoy sí. Porque, realmente, aquí la madre tiene que hacerlo todo.
¿Qué proyectos has estado desarrollando?
Desde el principio empecé con el tema del desarrollo en familias de muchos hermanos con mucha deserción escolar porque tenían que ayudar en el trabajo del campo. La enseñanza costaba su dinero y a los maestros les pagaba el Estado. Pero como los sueldos eran bajos, los alumnos llevaban sus víveres a clase y se los daban al profesor para que pudiera comer y, además, les pusiera buena nota.
La educación es preciosa, pero es agotadora, todo el mundo lo sabemos, y llega un momento en el que uno dice que ya toca abandonar y que otros ocupen ese espacio. Cuando dejé de enseñar, empecé a trabajar con Cáritas. El tipo de proyectos que ahí hacía eran más humanitarios o de transformación social desde el pensamiento, como proyectos de participación ciudadana, para que conozcan sus derechos y no sean tan vulnerables. Cuesta borrar historia y empezar a hacer camino desde un sentido solidario y humanitario.
Actualmente hay Cáritas parroquiales en varios sitios. Uno de ellos es San Antonio de Lomerío, una zona bastante moderna y muy bonita perteneciente a la Chiquitanía, donde los jóvenes que van saliendo se van a la provincia y dejan los hijos pequeños a los abuelos. La tercera edad está muy desprotegida y se creó un “Aula del adulto mayor”, donde les ayudamos a cuidarse, hacemos terapia ocupacional y pasan una revisión médica cada quince días. Aparte, tenemos algunos acuerdos con la Alcaldía que aún tienen que cumplir, pero seguimos reuniéndonos e insistiendo periódicamente.
Para mantener todo esto más los diferentes gastos tienes que estar siempre haciendo actividades, llamando al propio pueblo –sabiendo que su pensión mensual del Estado son de 250 bolivianos, como unos 30 euros aquí– y pidiéndoles pequeñas cuotas a los “socios” o los que integran el grupo de adultos mayores, que son más de cien. Tenemos claro que debemos tener una plataforma de lanzamiento, pero luego resulta difícil porque no solo necesitan alimentos básicos, sino también dinero en efectivo. Todo eso nos ha llevado a pensar que hay algunas cosas que hay que ir remodelando.
Otra Cáritas parroquial se dedica a la atención familiar. Hay muchas familias desestructuradas, con muchos problemas como el alcoholismo, las drogas, la inmadurez o la falta de formación elemental de las personas. Ahí se ofrecen como voluntarios algunos psicopedagogos, maestros, médicos… y dedican un par de horas al acabar sus actividades a los problemas de las familias por distintos grupos.
También realizamos un proyecto de prevención y acompañamientos de PVS (personas viviendo con el VIH) apoyados por Misereor, una obra episcopal católica de Alemania, y Cáritas alemana. Impresiona porque la mayoría de gente a la que atendemos vienen de una situación muy pobre. Al inicio, el proyecto solo era para la prevención a los jóvenes, los profesores y las familias, pero quisimos acompañar a los que ya la padecían e incluso morirían.
A lo largo de la historia, la lepra, la tuberculosis, el cólera… eran enfermedades letales. Estoy convencida que los avances científicos vencerán el VIH y proporcionarán condiciones de inclusión más grandes. En mi medio, como en el Evangelio, cuando alguien se entera que uno tiene el Sida, ya está “muerto” para él. Aunque se oculte, estas enfermedades dan menos rendimiento laboral y hace que los ingresos sean menores. Por estas razones, este programa se nos ha ido desbordando y yo ahora pido auxilio como para ir tapando otras realidades. Ahora mismo estamos intentando que ellos mismos hagan una asociación para tener más huertos familiares que les proporcionen la alimentación que necesitan.
Nuestro otro gran proyecto es el de participación ciudadana, a través del cual se tienen talleres con el fin de que ellos mismos hagan su propia carta orgánica, tengan estatutos para poder obtener personalidad jurídica, el carné de identidad… y tener acceso al Plan Operativo Anual. De esta manera tendrían acceso también a los recursos municipales. Los proyectos de Cáritas, obviamente, no solo tienen como protagonistas a los bautizados, sino a todo ser humano que necesita vivir y vivir bien, que es el lema de Bolivia: “todos queremos vivir bien”.
A través de todos los proyectos, ¿cuál dirías que ha sido lo mayor avance?
Siempre miro con mucho afecte el proyecto de las becas, aunque ya no esté en él, porque creo que el verdadero desarrollo tiene que empezar desde abaix, peldaño por peldaño. Nada se hace en dos días. Estos proyectos requieren tiempos y esperanza. Ahora que ya traigo 25 años, me ha conmovido realmente que al #reunir a los que han pasado por el proyecto dijeran que quieren hacer un grupo de Whatsapp y hacer que los de Santo Julià vivan su misma experiencia. Quieren ser solidarios con ellos, haciendo algo para dar el que han recibido. Esto me ha parecido una verdadera transformación.