Vamos de excursión para conocer nuevas clínicas y escuelas.
Llegamos a Monkole primero, trabajamos un rato con Pablo y esperamos la ambulancia, que no llega, porque tuvieron que hacer otro transporte. Para ahorrar tiempo, fuimos al área de carburante, donde espera para repostar: cuando nos adentramos en las zonas rurales es importante llevar el depósito lleno.
El sitio de carburante estaba muy vigilado: con frecuencia sufren robos, o alguien se lleva litros de combustible; y es que hace un tiempo se estropeó el surtidor, que llevaba el control de los litros, y, de momento, no ha podido reponerse. Nuestro chofer llenaba con paciencia el depósito, a base de bidones de gasoil.
Visitamos primero la Antena Eliba, donde el Dr. Biemwa comprobó el estado de la farmacia y habló con las enfermeras, mientras que André desmontaba la bomba de agua que instalamos el año pasado, y que reparte el agua de la cisterna para el uso del dispensario. La llevó a los servicios de mantenimiento del hospital para su reparación. Algunos pacientes esperaban consulta y hablamos con ellos para tomarles unas fotos.
El chofer condujo hasta Moluka, haciendo descender el jeep por una calle estrecha lleno de basura hasta llegar a la puerta misma del dispensario. Le aplaudimos, tras contener la respiración durante un buen rato. En Moluka, además de antena médica con consultas primarias hay antena social: allí se da formación en costura y corte y confección, cultivos, alfabetización y francés, a chicas sin estudios a partir de los 15 años. Nos enseñaron ilusionadas sus camisas y vestidos, que habían conseguido terminar en la última semana. Ando, la directora de la escuela, se dirigió a nosotros en inglés: vivió un tiempo en Sudáfrica con su hijo. Nos habló de la importancia de la educación en las áreas rurales y nos enseñó con orgullo esta labor social.
Al llegar de nuevo a Monkole, y después de comer, filmamos las clases de la escuela universitaria de enfermería ISSI, y la escuela de formación continua CEFA, donde se imparte un curso para matronas. Encontramos la sala repleta, escuchando a la profesora, una canadiense experta que se ha desplazado a Kinshasa para la formación.
Volvimos a casa contentas y aprovechamos el tiempo de la cena para mostrar a nuestros amigos las fotos y vídeos tomados hasta el momento. Al anochecer, fuimos a casa de nuestro anfitrión con el 4x4. Los soldados nos sonríen, nos cuentan para ver si nos hemos dejado a alguien y nos abren la barrera.