Empezamos un recorrido para ver pacientes afectados de VIH en Monkole.
Llegamos al hospital sobre las 8, después de intentar recoger en su casa al Director administrativo, al que finalmente había recogido otro chófer. Al llegar, esperábamos a Jadot, el enfermero psicólogo del proyecto de atención a casos de VIH, con quien íbamos a hacer algunas visitas domiciliarias. El chófer que nos tenía que llevar no aparecía, esperamos alrededor de una hora, hasta que finalmente apareció el Dr Biembwa, médico coordinador del proyecto, con otro chófer y una ambulancia, dispuesto a acompañarnos.
Nos dirigíamos a la zona de Selembao, internándonos en una zona de estrechas calles y densidad de población, hasta llegar a donde vive Nicole. A la entrada, unos niños nos sonrieron sentados en un banco. Ya habíamos aprendido a decir mbote (que quiere decir “hola” en lingala), y nos invitaron a pasar al interior de una construcción de adobe, con tejado de uralita, sin ventanas.
Apareció Nicole y nos ofreció asiento en un sofá mugriento color indefinido. Sólo queda espacio para un par de sillas, así que nos acomodamos entre el sofá de dos plazas y las sillas de plástico, mientras Nicole se recostaba en un colchón que ocupaba el resto de la habitación. Nicole fue abandonada por su familia cuando fue diagnosticada como seropositiva, y acogida por algunas personas buenas, que le buscaron alojamiento provisional. No recibe ningún tipo de ayuda ni tiene acceso a un puesto de trabajo. Sonrió, diciendo que si pudiera contar con un poco de ayuda, trataría de poner en marcha un pequeño puesto de alimentación. Se despidió con una sonrisa, agradecida de nuestra visita, después de tomar unas fotos.
Tomamos la ambulancia que se adentraba por calles cada vez más estrechas y llenas de baches; un poco más allá, el camino se estrechó y continuamos a pie. Descendimos la colina entre basuras, mientras a los lados dejamos pasar casas con familias y niños que nos saludan; de nuevo oímos mundele, y los más pequeños se quedan mirándonos asombrados. Nunca han visto mundeles, nos dijo alegremente Jadot. Llegamos hasta el fondo del barranco, donde salvamos un riachuelo cruzando un puente de hojalata lleno de agujeros. Lo cruzamos por turnos y de una corrida.
Al otro lado, hay una zona más amplia, donde vive Nino, de nueve años, adoptado por Marie, que tiene un hijo de algunos años más. Marie nos saluda efusivamente y pide a sus vecinas algunas sillas, para que nos sentemos y pasemos un rato. Acabamos haciéndonos fotos y charlando agradablemente.
Seguimos nuestro camino hasta encontrar a Papá Robert, enfermo de VIH acogido por su hermano y su familia, camionero de profesión, y que además padece depresión, enfermedad prácticamente inexistente en la zona. Tiene suerte, su hermano lo mirab con cariño y hacía lo imposible para que tome la medicación y controle la enfermedad.
Cambiamos de zona, cruzamos el río hacia Kisenso y adentrándonos en los senderos cada vez más estrechos, llegamos a casa de Poline, Rafael y su hijo Merlin. Los tres están en el programa de seguimiento de VIH de Monkole. Encontramos al pequeño con fiebre. Se encuentra mal desde hace una semana, nos dice su madre. Apenas le han dado paracetamol; por su aspecto, el doctor Biemwa piensa que puede tratarse de algo grave.
Jadot habló con ellos, no habían acudido al hospital porque no tienen transporte ni medios para pagarlo. Les ofreció viajar con nosotros, y arreglarse para la vuelta. Aceptaron, y volvimos en la ambulancia junto con el padre y el hijo, que miraba con atención todo lo que sucede en el camino.
Fuimos directamente a Monkole 3, donde le hicieron análisis de sangre y tras esperar los resultados, sospechan una meningitis, por lo que el médico solicitó varias pruebas: punción lumbar, radiografía de tórax, etc.
Comimos en la cafetería, donde nos prepararon también unos bocadillos para Jadot, Rafael y Merlin, que seguían en la sala de espera pendientes de las pruebas. Finalmente, se quedaron esa noche en el hospital.